"El Sendero del Campo" de Martín Heidegger

Cuestionario sobre el escrito ¨El Sendero del Campo¨ de Martín Heidegger
1- Señalar una figura o relato del Escrito que se relacione a algún concepto que Ud. rememore…… haya sido propio y valioso en el enfoque o resultado del análisis de los proyectos que haya realizado en el Taller de la Facultad.- Relación con distintos grados de alcance o complementación….
2- Señalar alguna figura o relato del Escrito, que considere valioso para: relacionarlo,…….. integrarlo……… o complementarlo en el futuro enfoque de su apreciación teórica de su acción creativa proyectual…
3- Cualquier otra relación o enfoque que se considere importante del Escrito…

A VIDA É UM SOPRO (oscar niemeyer)



PRECISIONES . PRÓLOGO AMERICANO (extractos)


10 de diciembre de 1929 a bordo del “Lutétia”, mar adentro de Bahía.

PROLOGO AMERICANO

La Compañía Sud-Atlántica ha puesto amablemente a mi disposición un apartamento de lujo y de este modo puedo, lejos de los bríos de las máquinas y en el lugar más tranquilo del buque, comenzar la redacción de estas diez conferencias de Buenos Aires, que fueron improvisadas, habladas y dibujadas; los dibujos están ahí y los expondré seguidamente; son ellos los que reconstituirán el sentido y el orden de mis conferencias. []

[] ¿El cielo argentino? Sí, el único gran consuelo. Pues yo lo he visto ese cielo, sobre la planicie ilimitada de herbajes, raramente salpicada por algunos sauces llorones; es ilimitado, brillante, tanto de día como de noche, con una luz azul transparente, o lleno de estrellas centellantes; está en los cuatro horizontes; en realidad, todo este paisaje es una misma y única línea recta: el horizonte. []

[] El curso de estos ríos, en estas tierras que no tienen límites y son completamente llanas, desarrolla apaciblemente la implacable consecuencia de la física; es la ley de la línea de mayor pendiente y después, si todo se hace llano, es el teorema conmovedor del meandro. Y digo teorema por cuanto el meandro que resulta de la erosión, es un fenómeno de desarrollo cíclico, totalmente semejante al del pensamiento creador, de la invención humana. Dibujando desde lo alto de los aires los alineamientos del meandro, me he explicado las dificultades que encuentran las cosas humanas, los atolladeros con los cuales se encuentran y las soluciones de apariencia milagrosa que solucionan de repente las situaciones más embrolladas. Para mi uso, he bautizado este fenómeno “la ley del meandro” y en el transcurso de mis conferencias, en Sao Paulo y en Río, he aprovechado este prodigioso símbolo, para introducir mis proposiciones de reformas urbanas o arquitectónicas, para tomar soporte en la naturaleza, en una coyuntura en la cual yo presentía un público capaz de acusarme de charlatanería.[]

[] A 500 o a 1000 metros de altura, y a 180 ó 200 kilómetros por hora, la visión desde el avión es más tranquila, la más regular, la más precisa que pueda desearse: puede apreciarse el pelaje salpicado de marrón o negro de una vaca. Todo toma la precisión de un plano; el espectáculo no es presuroso, sino lento, muy lento, sin ruptura; con el avión no es sino el barco en el mar y el pie del caminante en el camino, que permiten lo que podríamos llamar unas visiones humanas: se ve y el ojo transmite sosegadamente. En tanto que yo las llamo inhumanas e infernales e infernales las visiones ofrecidas por un tren o por un coche, incluso por una bicicleta. Yo no existo en la vida sino a condición de ver. []

[] La alegría reina en toda la ciudad, gracias a los italianos, que, por una tradición implantada por los jesuitas, siluetan a cada paso los balaustres de Palladio sobre el cielo.

¡OH, balaustres sudamericanos! ¡Macarrones italianos! ¡Qué profusión! ¡Cuánta exageración! La trágica Buenos Aires intenta reír con sus balaustres italianos; pero no logra sino fuera del centro comercial. Hay, evidentemente, exageración. ¡Me he sentido tentado de anatematizar el balaustre! Pero por ahí se afirma la latinidad que gusta de la sonrisa, y los balaustres aportan una riqueza de cartón y una sonrisa latina. Sin embargo, los USA. ejercen una formidable presión con sus navíos, con sus capitales y con sus capitales y con sus ingenieros. Y en los suburbios de Buenos Aires, llenos de casas hechas de plancha ondulada, sin corazón y sin alma, y que, a pesar de todo, tienen uno y otra; pero otros, nuevos, desconocidos. Y he visto una vivienda obrera de plancha ondulada (completamente), pero muy bien puesta, en el cual un rosal adornaba la puerta. Era todo un poema de los tiempos modernos. []

[] Si yo pienso en arquitectura ¨ casa de hombres ¨, me convierto en Rousseauniano: ¨ El hombre es bueno ¨. Y si pienso en arquitectura "casa de arquitectos", me vuelvo escéptico, pesimista Voltairiano y digo. "Todo va de mal en peor, en el más detestable de los mundos. (Candide).- He aquí donde lleva la exégesis arquitectural, ya que la arquitectura es el resultado del ánimo de una época. []

[] Arquitectura y música son unas hermanas muy íntimas: materia y espiritualidad, la arquitectura está en la música y la música en la arquitectura. Y en ambas, un corazón que tiende a enaltecerse.

Sublimizarse es un acto profundamente individual. No se sublimiza con exclaustrados – hábitos de general de la “Grande Armée” – sino con eso que no es nada y lo es todo: con la proporción. La proporción es una serie de relaciones conjugadas. No tiene necesidad ni de mármoles, ni de oro, ni de Stradivarius, ni ser, tampoco, un Caruso.[]

[] Y he aquí lo que yo pensaba de la selva virgen de San Martino, a doce horas de expreso hacia el centro de Brasil: “Hay que saber estar siempre en estado de juzgar”. Te encuentras en los trópicos de Brasil, en la Pampa argentina, en Asunción de los indios, etc. Saber vencer la fatiga ambiental y juzgar sobre patrón, en sí, una cosa que está armonizada en todos sus contactos ambientales y que, por consiguiente, no choca. Excepto la tierra muy roja y las palmeras, estamos en el eterno paisaje de siempre: estepa o pampa, no es más que extensión; selva virgen o bosque espeso francés, no son más que ramificaciones. ¡Interpretar! ¡Ver los negros, los mulatos, los indios en la muchedumbre de Sao Paulo! ¡Medir el estilo de Buenos Aires! []

[] ¿Arquitectura? Pero si es en todo esto que se ve y se siente, ahí reside toda la moral de la arquitectura: real, puro, ordenado, órganos… y aventura.

He intentado la conquista de América por una razón implacable y por una gran ternura que he sentido por las cosas y por las gentes; he comprendido en la tierra de éstos hermanos separados de nosotros por el silencio de un océano, los escrúpulos, las dudas, las vacilaciones y las razones que motivan el estado actual de sus manifestaciones y tengo confianza en el futuro. Bajo semejante luz, la arquitectura nacerá. []

[] Preparé, pues, mi caballete: un bloc de una decena de grandes hojas de papel, en las cuales dibuje en negro y en colores; un cordel tendido de un extremos a otro des escenario, detrás de mí, del cual hice colgar las hojas, una después de otra, así que ya están cubiertas con los dibujos. De esta forma, el auditorio tiene bajo la vista el desarrollo completo de la idea. Finalmente, una pantalla para el centenar de proyecciones que materializan los razonamientos precedentes. Cada ciudad que visito me aparece bajo distinto aspecto. Presiento ciertas necesidades. Me establezco una cierta línea de conducta apropiada a mi público; por otra parte, muchas veces, en el curso de la conferencia, esta línea puede modificarse. Entonces, improviso, ya que al público le gusta sentir que se está creando para él. De esta manera no se duerme. []



¿Llaman?... Es mi amor.


Hay belleza: para acariciar

El ansia de un mundo,

Para adormir en laxitud de logro

La peregrinación de esa busca descaminada y presintiente

Que es sentido de la realidad.

Busca sin conocer camino ni cómo es lo deseado,

Qué será aquello que le tiene guardado aplacamiento

Y trocará su dolor de sed en delicia.

En todo el sueño de lo real

Hay Belleza: para detener todo el Dolor.


Respirantes, Humanos, los que, innumerables, cocéis incesantes el aire del mundo, pedido sin tregua en vuestros pechos, y lo elevan vuestras bocas eternamente abiertas a un cielo eterno, seres del latido y la voz que se alegra o se ahoga, que pide, quizá todos los días, el cesar y la eternización alternante, hay belleza para darnos toda la intelección del Misterio, y para parar todo el dolor. Mas ¿dónde está? ¿En el Arte, en la Conducta, en la Intelección, en la Pasión? ¿En Cervantes, en Beethoven, en Wagner o en algo del delirio mayor: en entonación adorante, deslumbrada del Hombre de Walt Whitman?

¿Dónde está Belleza, la aclaradora del “ser” e hipnotizadora de Dolor? ¿Dónde está Belleza? ¿Dónde llama?


¿Llaman? ¿Verdad que llaman?

Es la Eterna, aquella sola en quien el Secreto, amigo nuestro, halló el seguro, que viene para que escribamos esta página, dicha sólo a nosotros, en la que nada de nuestro secreto se desvanecerá pues todas las palabras no pueden contarlo, que cuando estuviera todo dicho el secreto no se habrá arriesgado, nadie lo descubriera, ni cómo es ni se es secreto en un sueño o en lo real.


Pág. 184-185

PRÓLOGO

Aejandro Bustillo figura en la primera línea de los artífices que han revolucionado últimamente la arquitectura de nuestras ciudades, villas y poblaciones campestres. Bien sé que no aceptaría él sin objeciones el verbo “revoluciona” aplicado a las cosas del arte; por lo cual, y file a las ideas que comparto con Bustillo, me apresuraré a decir que no doy a ese verbo su corriente sentido iconoclasta, sino aquel otro, infinitamente más profundo, mediante el cual entendemos que toda revolución no es en última instancia otra cosa que una restitución o una restauración. ¿Restitución de qué? ¿Restauración de qué? Voy a intentar una respuesta.

Sabido es que todo arte se funda en ciertos principios necesarios y en ciertas leyes inmutables que lo determinan como tal, que condicionan su esencia y que no deben ser alterados o desconocidos por el artista. Desconocer o alterar esos principios esenciales vale tanto como destruir el arte mismo al vulnerarlo en su razón de ser y en sus raíces ontológicas. Podemos afirmar que según se acate o no esos principios necesarios, el arte de una época estará vivo o muerto. Y bien mirada, ¿qué es la Historia del Arte sino una sucesión de días y de noches artísticos? Ahora bien, cuando por olvidar su esencia tal o cual arte ha conocido un estado nocturno, se inicia de pronto una era revolucionaria cuyo primer movimiento es justicieramente destructor; le sigue una fase constructiva en la cual, deseando restituir al arte lo auténtico y la vivo que le faltaba, se formulan cien estéticas aparentemente distintas, que combaten entre sí, que se disputan el mérito de la novedad o la invención y que, en algunos momentos, parece crear una confusión babélica en el idioma del arte; pero cuando la revolución ha concluido y recoge sus frutos, no es difícil advertir que lo que realmente se ha logrado es devolverle al arte sus principios eternos, su esencia inmutable y su frescura original. Aquella revolución se ha resuelto, al fin, en una simple restitución de valores y en una restauración del arte conforme a la esencia restituida.

La Arquitectura no ha escapado ciertamente a la voluntad restauradora que actuó sobre las artes en el primer cuarto de siglo: la aparente dualidad de la arquitectura, manifestada en su doble aspecto de lo útil y lo hermoso, no tardó en solicitar el análisis de los nuevos estetas. Cierto es que urgía revalorar su esencia pragmática, por la cual el viejo arte necesita construir la morada del hombre según el cuerpo del hombre; pero no era menos urgente restituirle su esencia espiritual, que le obliga , como arte, a edificar la morada del hombre según el alma del hombre. Una severa crítica de lo que se daba entonces por arquitectura reveló al mismo tiempo dos errores fundamentales: por un lado lo útil arquitectónico era sacrificado a lo estético: por le otro lo estético mismo se limitaba, ¡difícil es olvidarlo! a una fría e inútil retórica de ornamentación.

Previsible fue la reacción de los arquitectos innovadores: la esencia pragmática de la arquitectura, que tan largamente se había olvidado, recobró todo su prestigio y hasta logró que lo estético fuera sacrificado en sus aras por oficiantes llenos de ardor. Estos últimos resolvían al fin, y por eliminación de uno de sus términos, el dualismo de lo bello y lo útil en la arquitectura, sin advertir que con ello le robaban la del arte para convertirla en una técnica más entre las técnicas; otros, con mayores inquietudes, acabaron por creer que logrando lo útil, se lograba al mismo tiempo lo hermoso, como si la belleza, dejando de ser “esplendor de los verdadero”, según querían los platónicos, se hubiese convertido por arte de magia en el “esplendor de lo útil”.

Ha terminado ya la fase revolucionaria del movimiento: la fase crítica, destructora y animadora. Pero subsiste aún el conflicto entre los dos términos de la dualidad, y los artistas dignos de tal nombre lo resuelven hoy a su manera. Sin embargo, y desgraciadamente, no son muchos los arquitectos que, como Alejandro Bustillo, poseen todas las virtudes necesarias al renacimiento de un arte tan difícil: en primer lugar, aquella segura intuición de lo bello, que será su piedra de toque ante lo verdadero y lo falso y que lo hará salir triunfante de todos los equívocos, en una época en que los equívocos abundan; luego su facultad analítica, rápida, aguda, que controlará, si es necesario, el vuelo de la inspiración, bien que sin alterarlo ni disminuirlo; y al fin, aquella virtud operativa revelada en “ la mano que no tiembla” , según la quería Dante para el artífice verdadero; y todo aquello sostenido y corroborado por una cultura universal, que lo hace vivir en presencia de los grandes maestros y escuchar el sonido de sus voces eternas. Ciertamente no confundirá Bustillo las esencias de su arte ni los dos términos de la dualidad arquitectónica: lo útil y lo bello; porque su intuición de la hermosura le hace sorprender a menudo lo bello en lo inútil y lo útil en lo no bello, y porque sabe que la delimitación de ambas categorías ha sido trazada ya definitivamente por los maestros antiguos desde Platón a Santo Tomás. Bustillo nos dirá luego que la dualidad arquitectónica (útil y bello) tiene su origen en la misma dualidad del hombre (cuerpo y alma), y que la arquitectura debe servir al cuerpo según lo útil y al alma según lo bello. ¿Cómo podría lograrlo?....


Leopoldo Marechal