La arquitectura ha de permitir la
fluidez en las acciones y vivencias sensoriales, en los cambios de
estado. Por ejemplo, un gran ventanal, desde donde pueda observarse
la vasta inmensidad del paisaje calmo, tomar aire, y sentir que todo
lo que se proponga, se puede hacer de manera optimista.
La visión del arquitecto ha de
concentrarse también en imaginar y preveer las variaciones que
puedan llegar a ser necesarias, a lo largo de la evolución natural
de su vida.