... “cada fenómeno puede ser
interpretado de dos modos. Estos dos modos no son arbitrarios, sino ligados al
fenómeno y determinados por la naturaleza del mismo o por dos de sus
propiedades: exterioridad – interioridad.
La calle puede ser
observada a través del cristal de una ventana, de modo que sus ruidos nos
lleguen amortiguados, los movimientos se vuelvan fantasmales y toda ella, pese
a la transparencia del vidrio rígido y frío, aparezca como un ser latente, “del
otro lado”.
O se puede abrir la
puerta: se sale del aislamiento, se profundiza en el “ser-de-afuera”, se toma
parte y sus pulsaciones son vividas con sentido pleno. En su permanente cambio,
los tonos y las velocidades de los ruidos envuelven al hombre, ascienden
vertiginosamente y caen de pronto paralizados. Los movimientos también lo
envuelven en un juego de rayas y líneas verticales y horizontales que, por el
movimiento mismo, tienden hacia diversas direcciones –manchas cromáticas que se
unen y se separan en tonalidades ya graves, ya agudas.
Del mismo modo, la obra de
arte se refleja en la superficie de la conciencia. Pero permanece más allá de
la superficie y, una vez terminado el estímulo, desaparece sin dejar rastros.
También aquí hay un cierto cristal transparente, pero rígido, fijo, que hace imposible
la relación directa. También aquí existe la posibilidad de penetrar en la obra,
participar en ella y vivir sus pulsaciones con sentido pleno.”...
Vasili Kandinsky
Punto y línea sobre el plano – Contribución al
análisis de los elementos pictóricos –
(introducción) - 1926
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