¿Llaman?... Es mi amor.
Hay belleza: para acariciar
El ansia de un mundo,
Para adormir en laxitud de logro
La peregrinación de esa busca descaminada y presintiente
Que es sentido de la realidad.
Busca sin conocer camino ni cómo es lo deseado,
Qué será aquello que le tiene guardado aplacamiento
Y trocará su dolor de sed en delicia.
En todo el sueño de lo real
Hay Belleza: para detener todo el Dolor.
Respirantes, Humanos, los que, innumerables, cocéis incesantes el aire del mundo, pedido sin tregua en vuestros pechos, y lo elevan vuestras bocas eternamente abiertas a un cielo eterno, seres del latido y la voz que se alegra o se ahoga, que pide, quizá todos los días, el cesar y la eternización alternante, hay belleza para darnos toda la intelección del Misterio, y para parar todo el dolor. Mas ¿dónde está? ¿En el Arte, en la Conducta, en la Intelección, en la Pasión? ¿En Cervantes, en Beethoven, en Wagner o en algo del delirio mayor: en entonación adorante, deslumbrada del Hombre de Walt Whitman?
¿Dónde está Belleza, la aclaradora del “ser” e hipnotizadora de Dolor? ¿Dónde está Belleza? ¿Dónde llama?
¿Llaman? ¿Verdad que llaman?
Es la Eterna, aquella sola en quien el Secreto, amigo nuestro, halló el seguro, que viene para que escribamos esta página, dicha sólo a nosotros, en la que nada de nuestro secreto se desvanecerá pues todas las palabras no pueden contarlo, que cuando estuviera todo dicho el secreto no se habrá arriesgado, nadie lo descubriera, ni cómo es ni se es secreto en un sueño o en lo real.
Pág. 184-185
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